domingo, 5 de agosto de 2007

DOS CURAS

En el colegio, dos curas, dos, con sotana negra hasta el tobillo. Sobre el pecho del más joven resplandece un crucifijo con un cristo de latón fundido atornillado a la madera envejecida, y como péndulo cuelga de su cuello enardecido.

Uno, éste, viene del norte, es un chicarrón de nuez prominente, le gusta el balompié y lo juega bién en el recreo. Durante la clase se distiende, se relaja, entra en trance y se manifiesta. Se los juega a los dados, y elige bien, dos mejor que uno. Mientras imparte la clase de geografía, y pone el ejercicio, se acerca a uno de los elegidos, al más moreno, ronda los once añitos. Él se sienta detrás sobre una mesa y se lo sube encima de sus piernas, introduce sus largos dedos por el pantalón corto y lo escruta ávidamente, le toca las bolitas, entra en trance, está ausente, ensimismado. Mientras, en la clase se produce un gran algarabío. El griterío alerta al hermano Alberto que acude apresuradamente. Pero cuando se asoma por el cristal de la puerta, el orden ha sido restablecido. Vuelto en sí, el chicarrón hace comulgar sin confesar al más inquieto en la revuelta con un par de hostias. Yo siempre me libré por los pelos aunque soy cristiano.

El otro, más viejo y bajito, también de por ahí, guarda más las distancias y las apariencias, aunque le precede su mala fama en el colegio. Cuando se te acerca, te pregunta de manera distraída si te la tocas, o si te rozas con alguien en el colegio, o en el autobús, donde sea. Lo que el cura quiere saber es si te lo haces con alguien, y si no para eso está él.

Cuando le dije a mi padre que los curas del colegio eran maricones, me obligó a comulgar en casa sin confesar antes de ir a clase. Y a continuación, ni corto ni perezoso, se fue al colegio a contárselo al director.

¡Tierra trágame!

Con Dios me acuesto, y con Dios me levanto, con la Virgen María y el Espíritu Santo.

4 comentarios:

Isabel chiara dijo...

El huérfano del enfermo de Alzheimer está que se sale. Deseando estoy de un nuevo capítulo, porque entre los progenitores y los educadores va aviao.

Sigue, sigue, mi pequeño saltamontes

Guillermo Pardo dijo...

Los chavales de mi generación éramos quienes hostiábamos al cura, para variar. Uno de ellos quiso propasarse con una compañera nuestra. Era una preciosa tarde de julio. Esperamos a que entrara en el confesionario como la luz del sol entraba por el rosetón, tal como los libros de religión representaban a Dios. Entrado ya el cuervo en el nido, rodeamos el confesionario y lo zarandeamos hasta tirarlo. Un gran trueno divino fustigó el silencio eclesial y una gran polvareda reforzó la imaginaria figura que todo lo ve mientras, en el suelo el cura pecador nos maldecía... Lo que vino después es otra historia, pero este comentario sirve muy bien, creo, de complemento de tu magnífico relato. Saludos y gracias por tus visitas.

Eifonso Lagares dijo...

Una buena historia de curas antiguas, me recuerda a mi época en un colegio de curas, como nos pasábamos con ellos. Saludos

Makiavelo dijo...

Hubo curas que durante una época pasaron mucha hambre, y para saciar su apetito se comían a los niños crudos.
Hoy lo tienen más fácil, como mi primo, que hace poco salió del armario y lo anunció a bombo y platillo (con portadas y entrevistas incluidas).

Gracias a todos. Sigo con vosotros.