sábado, 30 de octubre de 2010

PALO DE NATA

VOZ ATERCIOPELADA CON MATICES AFLAUTADOS.


Psst…psst…, Sí, sí …, a ti, anda assércate que no muerdo. Yo también quiero se famossa.

Que no estoy aquí por mi guzto, que no, que no. Yo soy como tú, pero de cartón piedra.

Mira, mira que pechuga, si m´apura hagta tengo mag pesho que tuuu.

Mi única desgracia eg er pingajo que me cuerga. Yo soy mu generossa, que t´entere, a mi me gugta da y doy de to. Y mira... to log tío mirándono como si fuéramo famossa.

Ahinng, que gana tennía de salí en la tele. Tengo poco pelo, pero me pongo la peluca rubia y paresco Marilyn. ¿verdaaa…?

Yo lo sabía de chica, que iba p´artigta. Pero ma costao muscho llega hagta'quí.

Si te cuento ni te lo cree. Nunca lo olvidaré. Me traía loca, con su palo. ¡Qué hombrreee! Y un día que m´obligó empesé, empesé… ahing! Y no pude pará. Mira... me dio er tío un guantasso que me dejó egmoresía. De pensanlo me duele la cara. Ahora yo, ...me puse enfuresía niña, como si er diablo m´hubiese entrao. Le pegué un bocao que me tragué er palo con to la nata. Lo dejé sin na, muo se quedó, apretándose con lag manitas porque se desangraba vivo. Y a mi que me importa -pensaba yo. Pero claro, como estaba mu bien colocao m´agarro la pagma y me pusieron der revé. Por eso estoy aquí entre reja, y rodea de hoombre. Miraglo, miraglo a to, son como niño. Por lag noche me dejan su jaula abierta y voy de selda en selda cantándole la nana, log acuno y log tapo. Ellos me ven como a una mujé. Iguá que tú. Solo leg pregto mi boquita, que fíjate queg morro se megtán poniendo. Nnmmm..., un besito. Ven, ven pasa, habé si se me pega argo de ti. Ahinng! No huya niña que soy inofensiva. Que no soy una´vispa. ¿No te dicho cómo me llaman? Shupóptera y, a viví que son dog día, que aquí me queda pa rato con tanto palo.

jueves, 21 de octubre de 2010

MÁS DE LO MISMO

¡Oye tú! ¡tú... la de la alcachofa! ¿Es que no me vas a preguntar a mí, sólo vas a hablar con los refinados? Que sepas, que cuando yo quiera, puedo ser el más fino, el más delicado.

¿Que qué hago aquí? Pues lo mismo que todos, bonita. Yo soy el decorador, y no tuve que ir a la academia para sacar el título como... ¿Quieres saber lo del título? Yo hice la carrera en mi keli, en la casa de mi vieja. Pero dime... ¿verdad que me vas a sacar por televisión? Dime que sí, así con la cabecita. Vale...

Llegaba a mi casa tarde y siempre me encontraba a la vieja tumbá en el sofá y enchufá a la televisión; la comida fría y la cocina sucia. Ella embobá, tragando como una masoca toda esa mierda. Me aviaba como podía y luego me espatarraba en el otro sofá, enfrente de ella. No le quitaba ojo de encima, se pasaba la noche con el mando en la mano cambiando de canal. Llegó un momento que empecé a distraerme con las sombras. Sí, sí..., con las sombras; sombras por el suelo, de dos en dos y tres en tres.

Al principio, me asusté hasta que empecé a mirar el reloj y me dí cuenta de que aquellas sombras aparecían a partir de las doce menos cuarto de la noche. Todas las noches, a esa hora, me concentraba en el suelo mientras la vieja hacía equilibrios en el sofá para no desnucarse con las cabezadas que le producía el sueño.

Con el tiempo me dí cuenta que las sombras procedían de la cocina. Me armé de valor y un día fui de puntillas y encendí la luz; las pillé por sorpresa: eran diminutas, parecían un enjambre. ¿Que qué eran? Eran rubias, rubias enanas, alemanas me dijeron.

Empecé ensayando con las zapatillas, más tarde con la bayeta. Mi madre comenzó a quejarse y entonces las fui cazando estampándolas contra los azulejos. De ahí me viene el apodo de decorador, fue la vieja la que me lo puso y todas las noches, cuando llegaba, decorador para arriba, decorador para abajo... ¿Un poco pesada verdad? Me tocó tanto tanto los güevos, que al final tuve que estamparla también a ella contra los azulejos. ¡Maldita sea!


viernes, 1 de octubre de 2010

ENTREVISTA

Nunca imaginé que mis apetencias culinarias pudieran atraer la atención de otros.

En la vida me he escondido, y además no he hecho alarde de mis gustos personales. Fue el azar lo que les llevó a detenerme; una de esas zancadillas que te pone el destino. Pasó un tiempo y vinieron varios al talego con sus cámaras. Me apuntaron que querían entrevistarme. Les dije que necesitaba meditarlo -la presentadora de este canal me explicó que cuando mis confesiones vieron la luz en la prensa escrita levantaron mucho interés, y que para un medio como el de ellos sería un puntazo el que me filmaran-.

En realidad les estoy haciendo un favor, porque a mí no me pagan por estar aquí.

Antes de ponerme delante de la cámara hice flexiones en el suelo y respiré hondo, y todo, según ellos, para no salir nervioso. Me río de mis nervios y no de los despojos con los que he sembrado la tierra. Cosas que otros hacen. Sobrado que se indigestan.

Bueno, la nena me indica con la mano que empiece, tienen la cámara lista.

Recuerdo que cuando les canté que la comunicación con mayores me resultaba difícil, que no tenía ni tengo amigos, me miraron extrañados y entre ellos, desde ese momento, aprecié gestos de complicidad durante el interrogatorio. Les confesé abiertamente que prefería a los niños, tan inmaculados, tan ingenuos; y sobre todo a los que remedan cochinillos, a los sonrosados.

Escuché entonces un golpe fuerte detrás del espejo, deduje que era la psicóloga que se había desmayado. Nunca llegué a conocerla, me habría gustado que me hubiese hecho el tercer grado. Mi reino por un pozo de petróleo. La sacaron en una camilla, como en las películas, con los pies por delante.

El interrogatorio continuó. Continuó durante varios días. Me sacaron de la trena y me hicieron pasear. Ahora me río, era como un yacimiento arqueológico, todo el terreno lleno de cordones atados a las puntas de hierro. Igual que en las películas. Me sentí como Indiana Jones dirigiendo las excavaciones.