domingo, 19 de diciembre de 2010

El Mono Loco (New chapter)

Son las largas esperas, las que en su condición de mono loco le proporcionan la suficiente tregua para reinventarse y preparar las repuestas a las pruebas cada vez más difíciles a las que lo someten el clan de galenos que observan, y evalúan su comportamiento.

El jueves madrugó, porque dos especialistas y la asistenta social lo habían citado el mismo día. Nunca, en una mañana, había estado sometido a tal presión. Al llegar, el ambiente en la sala de espera estaba calmo. Se sentó y aguardó su llamada, tal vez un poco ansioso, y pendiente del reloj para estar el tiempo suficiente en cada consulta y poder cumplir con todos.

La doctora, la alta y delgada, fue la primera en atenderlo. Para su sorpresa, era la primera vez que las dotes femeninas de la mujer aparecían realzadas: la bata blanca había desaparecido en favor de un atuendo que al tiempo que la entubaba la realzaba; un collar al cuello y unos aros en los lóbulos de las orejas denotaban su feminidad y su punto coqueto. Consideró que tal vez la psicóloga había cambiado de registro para estar más cerca de los pacientes y escarbar en sus subconscientes sin dificultad. Ellos podían permanecer distraídos en su anatomía durante minutos, mientras ella, tras la observación de la conducta gestual y los cuestionarios, evaluaba. Para su perplejidad, ella le preguntó si podía tutearlo, a lo que él asintió complacido. Por supuesto -le respondió. Ella tomó la iniciativa e hizo una pequeña concesión: le habló de su padre. Él, a continuación, le describió su tormentosa y desesperante relación con su madre. Ella tomó buena nota y se aplicó con el bolígrafo sobre la hoja de papel. Su expediente iba engrosando, no sabía muy bien si por la calidad de sus aportaciones o por las conclusiones que de ello se derivaban. Comprobó la hora, la doctora se había excedido en el tiempo, le había pisado la cita con la asistenta social. No te preocupes -le dijo, y añadió -yo hablaré con ella. Lo animó y lo citó para el próximo año. En su mente consideraba que había ganado a una amiga solidaria que únicamente intentaba hacerlo reaccionar.


Salieron juntos a la sala de espera. Mientras él permanecía de pie junto a la puerta de los servicios, ella se dirigía hacia el mostrador con la intención de establecer orden y de que el paciente no perdiera las otras citas.

lunes, 6 de diciembre de 2010

EL CHOFER


Lo siento si interrumpo, pero es la hora. Debes recoger.

Oinng hijo, no sé cómo te l´avías que siempre interrumpe en lo mejó der queré..., anda y que te den, y endespué no venga pa que te passe la mano.

Vamos jovencita …, el mes tiene treinta días.

Venga..., te acompaño a la puerta para que no te pierdas. Eres muy valiente ¿No te lo habían dicho? Tienes un gran mérito. Resulta extraño que una mujer sola se adentre por estos corredores con una cámara en la mano. ¿Crees que podrías salvar el mundo con tu vídeo-cámara...?

Cuando salgamos, nos vamos a dar una vuelta en mi furgona, quiero contarte algunas cosas. Sin cámaras y sin micros...

Es esta de aquí..., venga sube, no te preocupes, no te voy a violar: soy un funcionario honrado. Me has caído bien y sólo quiero prevenirte de la mierda que te puedes encontrar ahí fuera. Esto es el cielo, a pesar del horario y del ambiente estoy contento de haber cambiado de empresa.

Ja,ja,ja,... me río por no llorar. Yo era el chófer del director general de la televisión de aquí, con limusina, uniforme y todo. ¿Que qué pasó? Lo de siempre hija, ¿Te puedo decir hija, verdad? Porque en casa tengo a una de tu edad esperándome para almorzar.

Vayas donde vayas, pasa lo de siempre. No sé si es por ver tanta película que esos han terminado contagiándose, o porque eran unos golfos el día que los nombraron y, cuando están ahí sentados, se creen con derecho a todo y piensan que nadie los ve. Mira, en mi época, los concursos públicos se adjudicaban a dedo, o previo pago -sobrecito en metálico bajo la mesa-; esto lo sé por la secretaria, que siempre le estaba dando al pico, y me informaba de todo. Te enteras DE TODO. Hablando mal y pronto, aquello era el chocho de la Bernarda, todo el mundo sabía lo que se cocía en aquel despacho. Mientras más banderita, más mierda y lo digo yo que vivo para contarlo ahora.

Tenía un buen sueldo y estaba al tanto de todo lo que hacía el gran jefe. Nunca se me olvidará la última trastada que hizo el hijo de la gran cerda. Me dijo que fuera a la estación y que recogiera al Toni y a su séquito. Así lo hice, fui puntual, venían de Madrid, sin maletas: el tal Toni, otro macarra y varias zorras de película. Rubias de bote. Los metí a todos en el furgón, y me dirigí a la sede donde mi jefe, en la puerta, aguardaba con el cepillo de dientes y el dentífrico en el maletín, porque eso sí, se las daba de limpio. ¿Que quién era el Toni? un sinvergüenza que tenía una productora, con el que amañaba las adjudicaciones de los programas.

Los llevé a Matalascañas, no te voy a dar el nombre del hotel porque esa es una de mis garantías y porque después todo se sabe. Me dijo que me marchara y que fuera a recogerlo pasados dos días, y eso sí, que mantuviera el pico cerrado. Me vine para Sevilla con la radio a todo volumen para olvidarme del asunto. Ese día no volví a la emisora, me fui a mi casa para no soltarme la lengua, porque me conozco. Me metí en la cama sin comer y sin dirigirle la palabra a mi mujer. A los dos días regresé al hotel y lo recogí: al Toni lo veías andar por el pasillo y parecía que estuviese escocido, andaba como un pato mareado. En aquella suite tuvo que pasar de todo. Los otros se quedaron allí, echaron la llave por dentro cuando nos fuimos. Durante el trayecto, él permaneció dormido en el asiento de atrás. La juerga lo había dejado convaleciente. Lo dejé en su despacho, atendiendo las llamadas que se le acumulaban y yo me fui abajo, con los demás chóferes. Y ahí comenzó el lío para mí, empezaron a invitarme a copitas hasta que me solté, y canté como nunca antes lo había hecho. La cosa no quedó ahí, tuve que regresar otra vez a Matalascañas a recoger a aquellos capullos y a sus zorritas. Me daba vergüenza porque en el hotel se podían quedar con mi jeta. A pesar de las circunstancias tuve que golpear la puerta durante un buen rato, hasta que el acompañante de Toni salió en bolas, dando tumbos y tapándose el rabo con una toalla, creo que lo hizo por miedo al escándalo que se podía montar. Me dijo que no se iban y me dio con las puertas en las narices mientras las zorras se partían de risa allí dentro. Cada vez que recuerdo la escena me veo ridículo.

Horas más tarde volví con mi jefe a Matalascañas a por aquellos cabrones que a costa de los contribuyentes se estaban poniendo hasta el culo de todo. Me convertí en el centro de las miradas en los pasillos de la emisora. Todos me invitaban a tomar algo para jalarme de la lengua y que les contara lo que había sucedido. Creo que la movida y el interés del personal llegó a oídos de Moncho, que así apodaban a mi jefe, porque un día me llamó a su despacho, me puso un maletín encima de la mesa y me ofreció cambiar de trabajo con un sueldo mejor. Y aquí estoy. Han pasado varios años y aún no he contado los billetes que hay en el maletín, reposa debajo de mi cama, y por supuesto aquella conversación la tengo grabada y bien grabada. Hoy no te puedes fiar ni de tu sombra. Es mi seguro de vida. Te la pasaré algún día, cuando lo haga no digas que fui yo el que te la dí.

Bueno, te puedes marchar y ya sabes: más callada que una mona.

Vuelve cuando quieras ¡Es bueno ilustrarse!.


domingo, 21 de noviembre de 2010

NETWORKING

Internet, ese páramo sobrecogedor, emula la América de antaño, la de los colonos, la de la pepitas de oro, en definitiva: la tierra de las oportunidades. Una ingente masa de despistados y oportunistas tratan desde hace años de hacerse con la veta de oro, con la pepita que les asegure la vejez y el despilfarro. Cuatro viejos sobrados de dinero, buitres del despojo, encumbrados por el desconocimiento se turnan en un discurso paralelepípedo, encaramados sobre una mesa de camilla desde donde dirigen una disertación trasnochada -llena de baches y lagunas- a esos recién llegados, algunos con corbata, otros con mochilas y aros sedientos de la fórmula fácil.

Los viejos se regodean en sus comienzos y de cómo con su avaricia se aprovecharon de las miserias de muchos inocentes. Ahora, ricos y aburridos, han desarrollado una nueva adicción y se juegan al tute los dominios, proyectos y webs de otros. Sesenta de los congregados se frotan las manos y, con cervezas en la mano, se miden como gallos en corral ajeno, intercambian tarjetas, practican el networking. Gimnasia saludable para lerdos. Mientras, un puñado de marginales a dos cuadras más abajo, se refugian en la vieja fabrica abandonada y se protegen del frío alrededor de una fogata. Estos comparten sus miserias del día a día, los desperdicios de los contenedores y sus cartones para protegerse del frío.

¡Qué bella es la vida!

sábado, 30 de octubre de 2010

PALO DE NATA

VOZ ATERCIOPELADA CON MATICES AFLAUTADOS.


Psst…psst…, Sí, sí …, a ti, anda assércate que no muerdo. Yo también quiero se famossa.

Que no estoy aquí por mi guzto, que no, que no. Yo soy como tú, pero de cartón piedra.

Mira, mira que pechuga, si m´apura hagta tengo mag pesho que tuuu.

Mi única desgracia eg er pingajo que me cuerga. Yo soy mu generossa, que t´entere, a mi me gugta da y doy de to. Y mira... to log tío mirándono como si fuéramo famossa.

Ahinng, que gana tennía de salí en la tele. Tengo poco pelo, pero me pongo la peluca rubia y paresco Marilyn. ¿verdaaa…?

Yo lo sabía de chica, que iba p´artigta. Pero ma costao muscho llega hagta'quí.

Si te cuento ni te lo cree. Nunca lo olvidaré. Me traía loca, con su palo. ¡Qué hombrreee! Y un día que m´obligó empesé, empesé… ahing! Y no pude pará. Mira... me dio er tío un guantasso que me dejó egmoresía. De pensanlo me duele la cara. Ahora yo, ...me puse enfuresía niña, como si er diablo m´hubiese entrao. Le pegué un bocao que me tragué er palo con to la nata. Lo dejé sin na, muo se quedó, apretándose con lag manitas porque se desangraba vivo. Y a mi que me importa -pensaba yo. Pero claro, como estaba mu bien colocao m´agarro la pagma y me pusieron der revé. Por eso estoy aquí entre reja, y rodea de hoombre. Miraglo, miraglo a to, son como niño. Por lag noche me dejan su jaula abierta y voy de selda en selda cantándole la nana, log acuno y log tapo. Ellos me ven como a una mujé. Iguá que tú. Solo leg pregto mi boquita, que fíjate queg morro se megtán poniendo. Nnmmm..., un besito. Ven, ven pasa, habé si se me pega argo de ti. Ahinng! No huya niña que soy inofensiva. Que no soy una´vispa. ¿No te dicho cómo me llaman? Shupóptera y, a viví que son dog día, que aquí me queda pa rato con tanto palo.

jueves, 21 de octubre de 2010

MÁS DE LO MISMO

¡Oye tú! ¡tú... la de la alcachofa! ¿Es que no me vas a preguntar a mí, sólo vas a hablar con los refinados? Que sepas, que cuando yo quiera, puedo ser el más fino, el más delicado.

¿Que qué hago aquí? Pues lo mismo que todos, bonita. Yo soy el decorador, y no tuve que ir a la academia para sacar el título como... ¿Quieres saber lo del título? Yo hice la carrera en mi keli, en la casa de mi vieja. Pero dime... ¿verdad que me vas a sacar por televisión? Dime que sí, así con la cabecita. Vale...

Llegaba a mi casa tarde y siempre me encontraba a la vieja tumbá en el sofá y enchufá a la televisión; la comida fría y la cocina sucia. Ella embobá, tragando como una masoca toda esa mierda. Me aviaba como podía y luego me espatarraba en el otro sofá, enfrente de ella. No le quitaba ojo de encima, se pasaba la noche con el mando en la mano cambiando de canal. Llegó un momento que empecé a distraerme con las sombras. Sí, sí..., con las sombras; sombras por el suelo, de dos en dos y tres en tres.

Al principio, me asusté hasta que empecé a mirar el reloj y me dí cuenta de que aquellas sombras aparecían a partir de las doce menos cuarto de la noche. Todas las noches, a esa hora, me concentraba en el suelo mientras la vieja hacía equilibrios en el sofá para no desnucarse con las cabezadas que le producía el sueño.

Con el tiempo me dí cuenta que las sombras procedían de la cocina. Me armé de valor y un día fui de puntillas y encendí la luz; las pillé por sorpresa: eran diminutas, parecían un enjambre. ¿Que qué eran? Eran rubias, rubias enanas, alemanas me dijeron.

Empecé ensayando con las zapatillas, más tarde con la bayeta. Mi madre comenzó a quejarse y entonces las fui cazando estampándolas contra los azulejos. De ahí me viene el apodo de decorador, fue la vieja la que me lo puso y todas las noches, cuando llegaba, decorador para arriba, decorador para abajo... ¿Un poco pesada verdad? Me tocó tanto tanto los güevos, que al final tuve que estamparla también a ella contra los azulejos. ¡Maldita sea!


viernes, 1 de octubre de 2010

ENTREVISTA

Nunca imaginé que mis apetencias culinarias pudieran atraer la atención de otros.

En la vida me he escondido, y además no he hecho alarde de mis gustos personales. Fue el azar lo que les llevó a detenerme; una de esas zancadillas que te pone el destino. Pasó un tiempo y vinieron varios al talego con sus cámaras. Me apuntaron que querían entrevistarme. Les dije que necesitaba meditarlo -la presentadora de este canal me explicó que cuando mis confesiones vieron la luz en la prensa escrita levantaron mucho interés, y que para un medio como el de ellos sería un puntazo el que me filmaran-.

En realidad les estoy haciendo un favor, porque a mí no me pagan por estar aquí.

Antes de ponerme delante de la cámara hice flexiones en el suelo y respiré hondo, y todo, según ellos, para no salir nervioso. Me río de mis nervios y no de los despojos con los que he sembrado la tierra. Cosas que otros hacen. Sobrado que se indigestan.

Bueno, la nena me indica con la mano que empiece, tienen la cámara lista.

Recuerdo que cuando les canté que la comunicación con mayores me resultaba difícil, que no tenía ni tengo amigos, me miraron extrañados y entre ellos, desde ese momento, aprecié gestos de complicidad durante el interrogatorio. Les confesé abiertamente que prefería a los niños, tan inmaculados, tan ingenuos; y sobre todo a los que remedan cochinillos, a los sonrosados.

Escuché entonces un golpe fuerte detrás del espejo, deduje que era la psicóloga que se había desmayado. Nunca llegué a conocerla, me habría gustado que me hubiese hecho el tercer grado. Mi reino por un pozo de petróleo. La sacaron en una camilla, como en las películas, con los pies por delante.

El interrogatorio continuó. Continuó durante varios días. Me sacaron de la trena y me hicieron pasear. Ahora me río, era como un yacimiento arqueológico, todo el terreno lleno de cordones atados a las puntas de hierro. Igual que en las películas. Me sentí como Indiana Jones dirigiendo las excavaciones.

domingo, 19 de septiembre de 2010

FELICIDAD

¡Felicidad! No le pareció una palabra mágica al despertar y abrir los ojos. En pocos segundos regresó a su triste realidad. Las manos esposadas sobre la mesa, el comisario de pie al otro lado, y la psicóloga tras el espejo observándolo. Con el paso del tiempo esta situación acabará por tornarse rutinaria si los fines de semana continúa enfrentándose a ella. Estoy seguro de que no la busca adrede, son las circunstancias las que lo llevan a ello.

Deduzco que es el entorno, o tal vez el hecho de que el padre se pase la vida entre rejas, y la madre ande dando barzones por las esquinas.

jueves, 9 de septiembre de 2010

LA CARTA


Hace unos días llegó el cartero. Hizo sonar el timbre de la entrada y después subió veloz las escaleras hasta el cuarto piso. Cuando le abrí, cierta sonrisa malévola le hacía castañear los dientes. Al principio no le di importancia, tras firmar el acuse de recibo, leí el domicilio del remitente y lo comprendí todo.

Al ir a mirarle a los ojos, la escalera se había encargado de engullirlo como a una anguila.

Me rasque los pocos pelos que me quedan y rompí el sobre para empaparme del contenido. Simple, muy simple, el alcaide del talego había dado el visto bueno a mi solicitud, y en cuestión de una semana debía personarme en la galera. Volvería a la cárcel, a mi jaula, con todo lo nuevo recién aprendido en la calle, y con hambre. El hambre que me hace desear volver al infierno y a mi jaula. Que me venga el mono, que pueda aullar, y si hacen caso omiso para eso tengo la cuchilla de afeitar. La que me guardo entre los güevos para rebanarme la muñeca en el desespero. Y otra vez a la calle, y otra vez a rular, a cortar y a pinchar. A chorar por necesidad, mamones.

domingo, 29 de agosto de 2010

RECOLECCIÓN



Comprobó la hora en el reloj, recogió la bolsa del mostrador y salió de la farmacia oculto bajo el sombrero, sin pronunciar una palabra, ni tan siquiera decir adiós -cosa que no molestó a la dependienta que ya estaba acostumbrada a sus desaires-. Deambuló con la cabeza baja sin llamar la atención entre los derrotados y las pocas almas que paseaban por la calle a esas horas; parecía no tener prisa. Cruzó la avenida ancha y callejeó hasta llegar al parque. Observó con discreción: estaba concurrido, los árboles habían perdido las flores y las hojas de un verde mustio aparentaban dar frescor a aquella calurosa noche de Agosto.
Los padres charlaban confiados en los bancos de hierro, mientras los niños se divertían con la rueda, los columpios, y el balancín. Algunos se perseguían al tiempo que ciertos mayores practicaban con juegos propios para el mantenimiento en forma de su desgastada musculatura. Atravesó el parque en diagonal, discreto, con su zurrón al costado. Al llegar al murete que rodea la escalinata que conduce a la calle de atrás, se topó con el pequeño que lucía sonrisa de querubín. El niño, agazapado, le dirigió su inocente mirada y le dijo confiado –me he escondido aquí para que no vean y me persigan. Ni corto ni perezoso comprobó el distraimiento del vecindario, y veloz como el halcón lo tomó en sus brazos y lo introdujo en el zurrón. Apresuró el paso hasta llegar a su vivienda unifamiliar.
Tras flanquear la portezuela del jardín, abrió apresurado la puerta de la casa, sin que del zurrón saliera voz alguna. Cerró la puerta con el pestillo por dentro. Acto seguido, sacó al pequeño y lo acomodó en el sofá que enfrentó al televisor encendido. Él se encerró en la cocina, encendió el fuego de leña, y puso a hervir agua en una enorme olla de barro rojo. Entretuvo su tiempo cortando ajos y cebolla, partiendo pimientos, y preparando el sofrito en otro fuego.
Fuera, en la parte trasera de la casa, el olor del refrito había despertado a los perros que permanecían atados a la estaca. Ahora ladraban hambrientos y forcejeaban con las cadenas. Reclamaban su ración para sobornar su silencio y complicidad. El termo de gas situado en el exterior de la casa se convulsionó, el agua de la ducha estaba siendo empleada a fondo.

lunes, 23 de agosto de 2010

VERANO

El jueves, poco antes de las ocho de la tarde, el vecino se precipitó por las escaleras abajo como alma que lleva el diablo. No entendí las prisas, eché la culpa de tan precipitada bajada al calor sofocante de este mes de Agosto. El colmado de la esquina no cierra hasta las nueve –pensé-, con lo que aún le quedaba tiempo sobrado para hacer la compra para la cena.

Estaba en el patio regando las plantas, alcé la vista, y al fondo del pasillo me pareció vislumbrar la silueta de un maromo al que no conocía y que parecía esperarlo. La albahaca agradecida me regaló con su aroma, me sentía cómodo a la sombra del muro encalado, y me abandoné a la lectura: Steinbeck y su perla me atraparon.

Pasadas las nueve, decidí regresar a mi hogar. Dejé el libro sobre la mesa, dije adiós a los gatos y me marché. Al salir, unas risitas atrajeron mi atención. Dos hombres, bien diferenciados, parloteaban sujetos al árbol que poco antes los había cobijado con su sombra. El más alto se percató de mi presencia, y traté de evitar su mirada para no abortar el idílico trance que parecía sumirlos. El más pequeño, mi vecino, se abrazaba al tronco zarandeándolo de un lado hacia otro, mientras el otro ejercía de vigía.
Se habían terminado las vacaciones y ahora todo volvía a la normalidad. Al aquí te cojo y aquí te pillo.

jueves, 5 de agosto de 2010

LOCO DE ATAR


Hello loco, he contemplado cómo las turistas te rodearon pertrechadas para la ocasión con cámaras que inmortalizaran el encuentro. Pobres turistas, desplazadas desde tan lejos, ataviadas como si fueran de carnaval. Se han apostado a las afueras, cerca de la jaula, y han esperado a que el celador te dejara salir. La de la escarola me ha divertido especialmente, perdida entre sus bucles oxidados, abandonados como por descuido. La otra tonta, la del pelo lacio, a la que no le quité ojo, se te arrimaba como lapa para no quedar fuera del encuadre al tiempo que callejeabais. Han preferido el blanco y negro. Han pretendido revestir el encuentro de un look sesentero.

Loco, te has masturbado en sus narices mientras les recitabas un no sé qué que las ha inmovilizado.

Del cartucho que portaban te han ofrecido sus secretos, has tomado un puñado y los has lanzado al viento como polvo que estorba; avellanas tostadas sin cáscara para la próxima ocasión les has dado a entender. Se han parado en un bar y te han ofrecido de beber. Se han extasiado cuando has preferido el refresco de cola, en contraposición al cubata que las suspendía. No me quedé con la cara de la que llevaba la cámara, parecía la más lista, sólo te enseñaba el pajarito para tenerte entretenido. Eligieron una librería, en lugar de la típica tienda de souvenir, ojearon libros y te sometieron al tercer grado esperando pillarte; como buen estratega que eres les diste con dos palmos en la cara.

Se ha pasado el día y el carrete se ha acabado. Esas coristas de tres al cuarto te acompañaron hasta la jaula para cerciorarse de que entrabas y de que lo que de ti hablan era verdad.

Loco, una vez dentro te has girado y les has dedicado un último adiós con la manita. Loco, sigue a tu aire, que lo estás haciendo muy bien y a ésas que les den por el culo la próxima vez que se quieran hacer la foto contigo. Ale, a seguir bien.

Loco, se me olvidaba, también te he visto en televisión, enfrentado al tarado que filosofaba acerca del hormigón. Me sorprendió ver cómo te encogías de hombros y te regodeabas en tu humo; a pesar de la chanza que les causaste supiste salir airoso. Loco, tú eres grande, por eso los demás se postran y te buscan.

Te pongo un diez, y te recuerdo que no me gusta que llegues tarde a clase a pesar de estar loco de atar. El próximo en preguntarte seré yo.

jueves, 15 de julio de 2010

sábado, 3 de julio de 2010

LA SANGRE SOBRE LA NIEVE ES MÁS ROJA 3

La sangre sobre la nieve es más roja. No es un consuelo, es una evidencia. La nieve la absorbe como una esponja y ahí queda la mancha indeleble de otro crimen difícil de resolver. Con unas pocas prendas llego a deducir que la víctima fue forzada: un zapato, un mechón de pelos. Y poco más. No hay huellas. Tengo la extraña sensación de estar siendo examinado por un psicópata; por alguien que se cree muy listo y que tal vez me conozca.

El lugar tan frío y solitario en invierno puede estar sembrado de cadáveres. Ni un puto zorro azul al que preguntar. Sólo puedo armarme de paciencia y esperar que llegue la primavera para regresar el primero. Abrigo la esperanza de que, con el deshielo del lago, los cuerpos emerjan del fondo con pruebas. Estoy seguro de que están ahí clamando venganza.

sábado, 19 de junio de 2010

HERTA MÜLLER A 1 €


En tierras bajas de Herta Müller 1 € today.

Los periódicos cada vez venden menos, y en estos tiempos de crisis no digamos. Las mentes pensantes del mundo del business siempre avispados y con ojos de lince planifican con sutiliza para no dejar escapar a su lectores potenciales.

Un periódico de tirada nacional, cuya cabecera no voy a reproducir porque no me pagan por hacerles publicidad, apoyados por una entidad bancaria invierten en este caso en cultura, en literatura sana, y sacan una colección dedicada a los Premios Novel que no tiene desperdicio.

Los ejemplares, por supuesto, no son de tapa dura, ni sus páginas están cosidas, ¡no! Es una edición económica pero de agradecer: lógicamente algo de rentabilidad le han de sacar a la edición conjunta de periódico más libro, ya que el pack sale a dos euros.

Resulta un poco fuerte ver en los quioscos a la buena de la Müller a este precio encabezando una colección de este tipo.

Herta Müller, que nació en Rumanía, de padres granjeros, tuvo en reposo esta obra durante cuatro años; la publicó en su país en el ochenta y dos, tras pasar por la censura y sufrir varios recortes. Un par de años más tarde se editó la versión íntegra en Alemania. En el año 2009 se le concedió el Novel de Literatura.

Bienvenidas sean estas gangas.