Al
cabo de un rato, la rubia se acerca a su marido y le pregunta:
-¡Oye!
¿Tu madre no piensa levantarse hoy? Espero que no le haya dado un
yuyu con el aloperidol que le dí ayer tarde. Ah no..., mírala
allí, espatarrá en la cama a medio tapar. ¡Uhm! Respira; y bien
que lo hace. ¡Mira! mira que resoplidos da. A este ritmo, empalma
el desayuno con la cena.
Bueno,
observa qué macarrones
te he preparado. Te vas a chupar los dedos. Anda, vamos a la mesa y
deja la caja tonta que te vas a volver mongolo.
-¿Mongolo
yo? Mongola tú. Anda lúcete, que para eso te mantengo. Mueve el
culo para mí.
-Oing...
¿Ya has vuelto en ti? Pareces una culebra, siempre aletargao, o
serpenteando por la casa. Qué vas a hacer ahora ¿brincar y morderme
el cuellito?
-¿Aletargao
yo? ¡So lagarta! Que te pasas las noches de coña por ahí ¿Qué se
te ha perdido en la calle? ¿Por qué razón no pasas más tiempo
conmigo? Deberías estar aquí todo el día sentadita como una niña
buena.
-¿Qué
te pasa de pronto?, ¿te han amargado los macarrones la sobremesa?
Mejor sería que te callaras, y así no sube el pan.
-El
pan no lo voy a subir yo pendona, el pan lo sube el gobierno.
-Dirás
tu gobierno, porque son a ellos a los que has votado tú y tu
incompetente madre; que al ritmo que va el asunto seguro que nos
quedamos sin la pensión de la vieja.
-No
llames a mi madre vieja. Vieja lo serás tú, que con esos pellejos
que te cuelgan del cuello, pareces una tortuga boba.
-Habla,
habla, dale al pico; que el día que se me inflame la entrepierna
salgo por patas de esta casa y no me vuelves a ver.
-¡Vete
y no vuelvas!
-Porque
estamos en un bajo. Si viviéramos en un primero te tomaba en brazos
y te arrojaba desde la ventana a la puta calle.
-¡Desgraciada!
Métete los macarrones donde te quepan.
-Eso
voy a hacer, no te quepa la menor duda. Toditos para mí; y si tienes
hambre, que tu madre se meta en la cocina y te prepare unas lentejas.
Chao
mi amorrrrrr..., me voy a la calle a rular; seguro que encuentro un
jamelgo a mi altura.