Sarkozy, el gallo galo, resulta chiquito pero matón. Desde que su mujer lo dejara, lejos de amilanarse o de reafirmarse como cartujo, ha preferido emular a los famosos Kennedy, y para ello se trabaja a la espléndida Carla. El gallo Nicolás, desde que subió al palo del Elíseo, no ha perdido el tiempo; comenzó su promoción como héroe, vacilándole a Idriss Déby en el Chad donde apareció equipado con un abrigo tres cuartos, y rescató a las azafatas españolas, que de alguna forma se vieron inmersas en un secuestro de niños organizado por la ong El Arca de Zoe.
También se empleó como bombero, y apagó el fuego que de nuevo algunos jóvenes inmigrantes habían reavivado en las calles de París, sacando tiempo para reirle las gracias a Bushito, el beodo de la Casa Blanca, y brindar con agua.
Para mal de muchos, antes de la Navidad, impuso leyes más restrictivas para las descargas de Internet, y a estas alturas emplea parte del tiempo con la apetitosa Bruni, acumulando puntos en las revistas del corazón que los alienta para que se casen. Carla, que ya demostró en tiempos, que no tiene un pelo de tonta, aprovecha el culebrón para promocionarse y recaudar fondos para sus abultadas cuentas corrientes.
Esperemos que al gallo galo no le ocurra como al gallo de Morón, que sucumbió por vacilón, sin plumas, y cacareando en su mejor ocasión.
También se empleó como bombero, y apagó el fuego que de nuevo algunos jóvenes inmigrantes habían reavivado en las calles de París, sacando tiempo para reirle las gracias a Bushito, el beodo de la Casa Blanca, y brindar con agua.
Para mal de muchos, antes de la Navidad, impuso leyes más restrictivas para las descargas de Internet, y a estas alturas emplea parte del tiempo con la apetitosa Bruni, acumulando puntos en las revistas del corazón que los alienta para que se casen. Carla, que ya demostró en tiempos, que no tiene un pelo de tonta, aprovecha el culebrón para promocionarse y recaudar fondos para sus abultadas cuentas corrientes.
Esperemos que al gallo galo no le ocurra como al gallo de Morón, que sucumbió por vacilón, sin plumas, y cacareando en su mejor ocasión.