viernes, 23 de diciembre de 2011

CONJETURAS

El escritor recogía sus trastos. Fue sorprendido cuando el automático de la puerta sonó tímidamente a las dos. Comprobó la hora, e hizo conjeturas acerca de la identidad del que llamaba. La forma, el estilo, la cadencia, el sonido transmitían parte de la personalidad del autor. Contempló varias posibilidades: la de que fuera su vecino el restaurador, su propia mujer, Blondie, la amiga de su mujer, o Camilo, el proxeneta que había vivido en el piso de arriba y que al cabo de los meses regresaba para saldar el alquiler pendiente. El escritor dejó pasar los minutos, no hubo más llamadas. Al pronto, el tiempo pareció congelarse. Se decidió, y sacó los gatos al patio, terminó de recoger y dejó que el mono se fuera. Al abrir, comprobó que no había nadie en el exterior del inmueble. Cerró con llave.

Cuando el mono llegó a su casa, fisgoneó en la cocina. La madre del mono había preparado el almuerzo, un puchero bien aderezado, de los de toda la vida. Una vez acomodado, telefoneó al estudio, dejó que saltara el contestador y prestó especial atención a la última llamada. Era Blondie, anunciaba su visita para los cinco de la tarde.