¡Felicidad! No le pareció una palabra mágica al despertar y abrir los ojos. En pocos segundos regresó a su triste realidad. Las manos esposadas sobre la mesa, el comisario de pie al otro lado, y la psicóloga tras el espejo observándolo. Con el paso del tiempo esta situación acabará por tornarse rutinaria si los fines de semana continúa enfrentándose a ella. Estoy seguro de que no la busca adrede, son las circunstancias las que lo llevan a ello.
Deduzco que es el entorno, o tal vez el hecho de que el padre se pase la vida entre rejas, y la madre ande dando barzones por las esquinas.