sábado, 11 de agosto de 2007

LA SECTA

¡El guru, sí, el Guru! El Guru me ocupó casi media vida. La primera vez que oímos hablar del Guru, es porque Pedro Luis llegó a nuestro habitual lugar de encuentro con la siguiente noticia: le habían comentado que el Guru de los Beatles, podía tener una casa por aquí, donde la gente se reunía, en un chalecito. Ni cortos ni perezosos decidimos acercarnos a investigar esa noche; al llegar la casa estaba cerrada. Alguien en la primera planta, al oir nuestras voces, encendió la luz y se asomó a la ventana: Volved otro día más temprano, ahora está cerrado –nos dijo.

Durante el regreso hicimos elucubraciones acerca de lo que haría aquella gente dentro de la casa, y de lo que podían contar. Pasaron varios días y decidi acercarme por mi cuenta, aunque fuera solo (el resto de amigos tenía siempre alguna escusa). Así que elegí el día y la hora, y alrededor de las ocho de la tarde fui al chalecito, y entré con cuidado de no hacer ruído. En la entrada, un montón de zapatos colocados en orden, y un tío que andaba descalzo de una habitación a otra me indicó que dejara allí los mios y le siguiera. Entré en una habitación cuyo suelo estaba cubierto por una gran alfombra.

Todos los presentes dirigían su mirada y atención hacia otro que estaba sentado junto a una foto del Guru y les hablaba. La foto parecía estar colocada sobre un altar con muchas flores y una sola vela encendida. Varias varitas de sándalo encendidas perfumaban el ambiente y ayudaban a crear una atmósfera que propiciaba la concentración. Me fijé en el personaje de la foto, aquél no era el gurú de los Beatles, aquél era un niño bajito y gordo, mucho más gordo que Enrique -daba la impresión de estar mirándote desde la fotografía-, y estaba sentado sobre unos cojines, descalzo, con una túnica de color naranja y al cuello un gran collar de flores, como los hawaianos y una enorme corona dorada sobre su cabeza.

Me senté el último, y fui observando a los presentes, gente variopinta, de todas las edades, pelajes, y ropajes, con aspecto de hippie, pero yo juraría que en un noventa por ciento eran pijos camuflados. Escuché lo que decía aquel indivíduo, hablaba de Dios y de la luz, y cuando uno de los hippies tomó la guitarra que estaba en el suelo y empezó a tocar, y los demás comenzaron a cantar, me levanté con cuidado para no llamar la atención, me calcé los zapatos y salí a toda pastilla de allí. Al llegar al barrio, les relaté a todos mi experiencia pero no conseguí incentivarlos para que me acompañaran en otra visita.

No eran los Hare Krishna, era la secta del Guru Maharaj Ji.

2 comentarios:

Isabel chiara dijo...

Allá en los setenta yo me sentí atraída por la historia del Maharishi Mahesh, por eso de la novedad hippi y las lecturas del Hesse y compañía, pero no tuve ocasión de conocerlo a fondo (no existía el internet). Esperaré a ver qué pasa con tu guru.
Por cierto, curioso el post de la Señora en el argenlibre.
Saludos.

alkimista dijo...

Ese mismo Maestro lo conocí por lo años setenta, y la verdad k me quede muy pillao con todo aquello k me duró muchisimos años, y fue algo bello, lo k mas me gustaria saber es de un joven guitarrista llamado manolito k aun el la actualidad compone musica para guru mahara ji, k aunque no lo creais aun anda po hay xd.agradeceria si alguien me diera informacion de este chico ya no tan chico jajajaja pues tocaba de cojones