lunes, 30 de julio de 2007

LA NOCHE

De madrugada, la viuda negra abandona su lecho, y en la oscuridad del tipi deambula de aquí para allá mientras el huérfano del enfermo de alzheimer duerme. Se arrastra pesada y torpemente, no enciende la luz, le desagrada, llega hasta el sofa, y se sienta a esperar a que los primeros rayos de sol lleguen. Con el mando a distancia enciende su televisor y baja el volumen -a esas horas sólo la primera emite-, y todo lo que ve lo engulle sin enterarse, porque bajó el volumen, y porque casi ha perdido el oído.

Cuando el huérfano se levanta, ella se precipita hacia la cocina para ser la primera y agradar. Sirve el desayuno como la enseñaron, y el huérfano se lamenta un día más de la tostada con mantequilla y mermelada amarga.

No más -le dice-, mañana me lo hago yo. Yo me lo guiso, yo me lo como –añade-, y se va a trabajar.

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