Tras el almuerzo,
mientras los platos se dejaban acariciar por el estropajo jabonoso,
él dirigió la mirada hacia el escurreplatos, para ganar tiempo.
La cena apuntaba como
otra de sus asignaturas pendientes y, al observar lo poco que quedaba
en el refrigerador, preguntó a su compañera qué hacer para engañar
el estómago de la vieja y el suyo propio.
-Déjame ver qué tienes
ahí -le instó ella.
Él se apresuró a abrir
la inmaculada portezuela, y a continuación se limitó a señalar con
el dedo.
-Ajá. Bueno, tienes
avíos para esta noche. Tomate, cebolla, ajo y apio. Con esto no
necesitas nada más. Prepara una buena sopa de tomate cuando
regreses. Yo te dejaré cortada la cebolla y el tomate, y te lo dejo
en el frigorífico.
La compañera se afanó
en la labor, mientras la vieja entraba en éxtasis enfrentada al
televisor. Recogieron las migas de la mesa y rotaron el hule
alrededor del palo. Se fueron a la cocina, la anciana levitaba
ausente.
Al cabo de unos minutos
pasearon tranquilos hasta llegar al trabajo, se enzarzaron en sus
respectivos teclados y a las nueve recogieron. Ella lo acompañó
hasta su casa, como de costumbre, para enfilar a continuación la
autopista hasta su particular nido.
Cuando él subió, hizo
vibrar el timbre de manera insistente. La vieja le abrió, no hubo
palabras ni gestos. Mientras él se descalzaba, la mujer le preguntó
si debía hacer algo. Él le respondió taxativamente: pon la mesa.
Ella obedeció y a continuación le hizo la pregunta de rigor:
¿cuchara o tenedor?
-Para mi, cuchara.
-¿Qué vamos a cenar?
-Sopa de tomate.
-A mí me pones poco.
-Cuando termine te sirves
lo que te de la gana.
Puso la cazuela a
calentar con un chorreón de aceite y añadió la cebolla que su
compañera había cortado en juliana fina tras el almuerzo. Una vez
rehogada la cebolla agregó un par de dientes de ajo cortaditos en
rodajas y, a continuación, el tomate cortado también en cubitos
pequeños. No conforme con su estreno, más tarde añadió un poco de
apio y algo de calabaza.
Mientras el tomate se
freía lentamente, encendió otro fuego y colocó la plancha para
tostar unas rebanadas de pan. Después, revisó el tomate y vertió
el agua, un poco de sal y una pastilla desmenuzada de caldo de pollo.
Llevó a ebullición la sopa y dejó cocer media hora.
A última hora recordó
el consejo de su compañera: unas cucharadas de queso rallado
potenciarían el sabor del tomate y la cebolla.
Salió de la cocina y se
sentó en el sofá contemplando a su madre que se había quedado
dormida. Al cabo de un rato miró el reloj, se fue a la cocina, probó
el caldo y sacó los platos de la alacena. La sopa estaba en su
punto. Entonces lanzó un grito a la madre y ésta se apresuró a
sentarse a la mesa. Cenaron sin mediar palabra.
Ingredientes:
Cebolla
Tomate
Ajo
Aceite
Apio
Calabaza (opcional)
Pastilla de caldo
Queso rallado (opcional)
Pan tostado y agua.
2 comentarios:
Maki: ¿Se enfadará tu mamá si pasamos a cenar?. Te dejo en el frenopático, en con tu prima, y me plantas cocina para impostores, pero sin iompostar. Un saludo.
Mera, dice mi madre que ella preparará el lacón con grelos, y que no olvides el ribeiro.
Saludos.
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