jueves, 21 de octubre de 2010

MÁS DE LO MISMO

¡Oye tú! ¡tú... la de la alcachofa! ¿Es que no me vas a preguntar a mí, sólo vas a hablar con los refinados? Que sepas, que cuando yo quiera, puedo ser el más fino, el más delicado.

¿Que qué hago aquí? Pues lo mismo que todos, bonita. Yo soy el decorador, y no tuve que ir a la academia para sacar el título como... ¿Quieres saber lo del título? Yo hice la carrera en mi keli, en la casa de mi vieja. Pero dime... ¿verdad que me vas a sacar por televisión? Dime que sí, así con la cabecita. Vale...

Llegaba a mi casa tarde y siempre me encontraba a la vieja tumbá en el sofá y enchufá a la televisión; la comida fría y la cocina sucia. Ella embobá, tragando como una masoca toda esa mierda. Me aviaba como podía y luego me espatarraba en el otro sofá, enfrente de ella. No le quitaba ojo de encima, se pasaba la noche con el mando en la mano cambiando de canal. Llegó un momento que empecé a distraerme con las sombras. Sí, sí..., con las sombras; sombras por el suelo, de dos en dos y tres en tres.

Al principio, me asusté hasta que empecé a mirar el reloj y me dí cuenta de que aquellas sombras aparecían a partir de las doce menos cuarto de la noche. Todas las noches, a esa hora, me concentraba en el suelo mientras la vieja hacía equilibrios en el sofá para no desnucarse con las cabezadas que le producía el sueño.

Con el tiempo me dí cuenta que las sombras procedían de la cocina. Me armé de valor y un día fui de puntillas y encendí la luz; las pillé por sorpresa: eran diminutas, parecían un enjambre. ¿Que qué eran? Eran rubias, rubias enanas, alemanas me dijeron.

Empecé ensayando con las zapatillas, más tarde con la bayeta. Mi madre comenzó a quejarse y entonces las fui cazando estampándolas contra los azulejos. De ahí me viene el apodo de decorador, fue la vieja la que me lo puso y todas las noches, cuando llegaba, decorador para arriba, decorador para abajo... ¿Un poco pesada verdad? Me tocó tanto tanto los güevos, que al final tuve que estamparla también a ella contra los azulejos. ¡Maldita sea!


8 comentarios:

mera dijo...

Joder, Maki, te estás superando. Pasa pacá a tomar tu medicación !!!.
Estupendo.

Makiavelo dijo...

Ja,ja,ja... Mera, con este frasquito no tengo ni para empezar.
Me doy una vuelta por tu keli, espero que esa medicación me recomponga.

Saludos.

NoSurrender dijo...

Hay cocinas que despiertan instintos asesinos, ya lo creo.

Salud!

Guido Finzi dijo...

jaja me gustó lo de "el decorador".
Me hiciste acordar a esas conexiones que hacen algunos programas en diferentes pueblos peninulares, y donde se ve a todos los paisanos asomándose para salir en la televisión. A los tontos, les pones un micrófono, y pierden el escaso pudor que les queda.

Un saludo, Maestro (¿víste?)

Makiavelo dijo...

Guido, Hay uno en especial que le gusta salir ataviado con periódicos, cuando le ponen la alcachofa delante se pierde.

En el talego pasa lo mismo. Y es que la mona aunque se vista de seda, mona se queda.

Maestro, tendré presente la lección.

Saludos.

Marina dijo...

Consigues mantenerme enganchada hasta el final y luego sorprenderme.
Me gusta.
Besos

Raquel Barbieri dijo...

Maki,

Menos mal que este individuo terminó estampando a la vieja contra un azulejo porque desde que dijo que llegaba a la casa y era todo tan desastroso... no vi la hora de que desapareciera.
Muy bueno... me quedé pensando en la mente del tipo...

Besos :)

Makiavelo dijo...

Raquel, la mente del tipo sigue desbarrando y elucubrando.


Besos.