lunes, 23 de agosto de 2010

VERANO

El jueves, poco antes de las ocho de la tarde, el vecino se precipitó por las escaleras abajo como alma que lleva el diablo. No entendí las prisas, eché la culpa de tan precipitada bajada al calor sofocante de este mes de Agosto. El colmado de la esquina no cierra hasta las nueve –pensé-, con lo que aún le quedaba tiempo sobrado para hacer la compra para la cena.

Estaba en el patio regando las plantas, alcé la vista, y al fondo del pasillo me pareció vislumbrar la silueta de un maromo al que no conocía y que parecía esperarlo. La albahaca agradecida me regaló con su aroma, me sentía cómodo a la sombra del muro encalado, y me abandoné a la lectura: Steinbeck y su perla me atraparon.

Pasadas las nueve, decidí regresar a mi hogar. Dejé el libro sobre la mesa, dije adiós a los gatos y me marché. Al salir, unas risitas atrajeron mi atención. Dos hombres, bien diferenciados, parloteaban sujetos al árbol que poco antes los había cobijado con su sombra. El más alto se percató de mi presencia, y traté de evitar su mirada para no abortar el idílico trance que parecía sumirlos. El más pequeño, mi vecino, se abrazaba al tronco zarandeándolo de un lado hacia otro, mientras el otro ejercía de vigía.
Se habían terminado las vacaciones y ahora todo volvía a la normalidad. Al aquí te cojo y aquí te pillo.

2 comentarios:

Isabel Pérez del Pulgar dijo...

Tan pronto no...un poco de sosiego a que se asienten las vacaciones (quienes las hayan tenido)

Un abrazo y buena vuelta

Makiavelo dijo...

Isabel, no se lo que son vacaciones. Creo que me pierdo algo.

Nos vemos.