domingo, 3 de abril de 2011

ALICIA Y EL TRASTORNO DE ESTRÉS POSTRAUMÁTICO

Cualquiera diría que me escondo. Encerrado, con la luz apagada y escribiendo a oscuras en el ordenador dejo que pase el tiempo. A decir verdad, no quiero que la mosca se percate de mi presencia y sí, prefiero estar solo: deambular a mi aire y poner en pie la trama del espejo. Porque Alicia nunca se fue, y no es propiedad de nadie en concreto; siempre se ha mostrado generosa desde las múltiples pantallas que la acogen. Me molesta, tal vez, que comparta su tiempo con todos previo pago, porque le hace parecer esclava del medio. Puede ser que el motivo es que llegue a sentirse sola y no saber cómo romper con todo para descansar en paz.

Encontré el espejo hace años en un contenedor en el centro de la ciudad, cerca del estudio. Lo subí a duras penas al ático y durante años compartimos espacio: por las noches me tendía sobre cartones a su lado y dormía; dormía y soñaba, o eso creía yo cuando en ocasiones reaccionaba bruscamente al verme casi suspendido, contemplado colgado, sin el obstáculo de la pared del estudio que cubriera la distancia de vértigo que me separaba de la acera de la calle.

Nunca conté esta historia por miedo a que me tuvieran por loco. Ahora, muchos años después de la mudanza, el espejo me sigue acompañando. Esta vez lo mantengo a distancia, en el pasillo de la nueva casa. Hay días, que al entrar en la vivienda, cuando paso a su lado ni me acuerdo de que existe; otras, por el contrario, al contemplar desde el nuevo estudio al conejo saliendo de detrás del marco y deambulando por el pasillo pienso que Alicia sigue ahí perdida entre la hojarasca, jugando con los naipes.

De este forma, en la oscuridad inducida, me recreo con su existencia. Sé que el trastorno de estrés postraumático me puede hacer experimentar la historia una y mil veces. Y siempre de diferentes formas. Puedo tener sueños y recuerdos atemorizantes del acontecimiento, también la sensación de estar reviviendo la experiencia nuevamente, o que todo se torne perturbador cuando se acercan los aniversarios de la mudanza.

3 comentarios:

Marina dijo...

¿Será cierto que la vida es un bucle en el que, inexorablemente, estamos inmersos? Será cierto.
Besos

Raquel Barbieri dijo...

WOW! Creo que a veces, uno quiere creer que Alicia saldrá del espejo con el mismo vestidito con el que entró, que todo volverá a ser igual que antes y que el conejo es inmortal. Quizás seamos inmortales y simplemente transitemos etapas con formas distintas.

Me imaginé las idas y vueltas del espejo. Muy bueno, Maki.

Besos :)

Makiavelo dijo...

Marina, en ocasiones tengo esa sensación. Difícil probarlo.

Besos.



Raquel, Alicia es de esos personajes que permanecerán eternamente jóvenes y que raramente veremos envejecer.

Habría que preguntarles si realmente lo desean. Los mortales nos aferramos a nuestra existencia por miedo a lo desconocido.

Besos.