viernes, 18 de septiembre de 2009

LA MINA DEL CHANDAL

Salió a pesar de tener la despensa repleta. Anhelaba la emoción del encuentro y el desenlace presagiado. Se dirigió a la parada de autobús más próxima a su domicilio; a esas horas la calle no estaba tan concurrida como en otras ocasiones, nada le distrajo durante el corto paseo. Al ir acercándose divisó a una mujer junto a la marquesina, en la carretera. No llevaba prendas de abrigo, un simple chándal la modelaba remedando una figura de Botero. Observó que en una de sus manos sujetaba un folleto que al poco arrojó a la calzada a pesar de tener un contenedor de basuras a un par de metros. Él giro la cabeza para comprobar si se acercaba algún autobús, sólo los pequeños carros circulaban con síntomas de desquiciamiento. Cuando llegó a la marquesina sacó su libro del sobre, se sentó y se entretuvo con la lectura. La mujer, transcurridos unos minutos, se acomodó a su lado. Lo observó con detenimiento y sin prejuicios lo abordó:

-¿Verdad que usted no es de aquí? – le dijo.

-Pues sí, soy de aquí, llevo toda mi vida en Madrid.

-Sí, pero no lo parece ¿No es de por ahí? –volvió a insistir.

-¡No! -la cortó de un modo tajante- Soy de Madrid.

-Pero seguro que en más de una ocasión le habrán dicho que es extranjero.

-No, es la primera vez que me lo preguntan -le respondió mientras la escrutaba.

Bajó la vista y continuó con la lectura. Pasados unos segundos la mujer se levantó, salió de la marquesina y se apoyó en la pared del fondo. Transcurrió algo más de tiempo y otras personas fueron llegando a la parada. El giró la cabeza para comprobar si la mujer seguía allí, sin embargo, había desaparecido como por arte de magia. Una tía chocante –pensó. Podría estar buscando cualquier cosa -concluyó. El autobús llegó y él subió junto con los otros. Tomó asiento y continuó con su lectura. Tenía toda la tarde para buscar y encontrar. No le gustaba que lo eligieran a él. Ahmed llegó hasta la Gran Vía y al apearse se perdió entre los paseantes, seguro de encontrar bocado a la altura de su exquisito gusto, a su medida.

9 comentarios:

Raquel Barbieri dijo...

El mundo se divide entre los hombres que eligen y los que se dejan elegir.
¿No será que la muchacha entrada en carnes fue tan guasa para el abordaje que él se sintió ultrajado?
(Hay gente que sólo al hablar, da la impresión de que está entrando de prepo dentro de nosotros).

Besos, John
muy bueno :)

atikus dijo...

En la Gran vía mejor no comer nada ;)


saludos

Makiavelo dijo...

Raquel, en el entramado de las relaciones mujer-hombre este personaje rompe con la tradición machista tan acostumbrados a romper el hielo primero.
Aquí se describe ligeramente a la mujer encasillándola. Con esa pinta no todos le darían pábulo.

Besos.


Atikus, en ocasiones he merendado allí por ir con prisas. Desde luego hay sitios mejores y más tranquilos.

Saludos.

Gi dijo...

Vivimos muy determinados por prejuicios culturales: actitudes, ropas, aspectos.
Continuará?

Guido Finzi dijo...

Sí, supongo que hoy en día, leer, no tirar papeles al suelo y ser educado hace que enseguida piensen que no eres español. Y lamentablemente, no se equivocan.

Un saludo.

Makiavelo dijo...

Laluz, tienes toda la razón, estamos embargados por cantidad de prejuicios.
La continuación depende de los personajes en cuestión. Yo me dejo llevar.

Besos.



Guido, lamentablemente la educación y la vergüenza parecen valores de otra generación.
Por lo menos nos queda el metro para seguir leyendo entre paradas.

Saludos.

Isabel chiara dijo...

Hola Maki, tarde para variar, me ha gustado esa mujer descarada que no se sabe muy bien qué quería. A lo mejor buscaba un marido, o uno que le alegrara las pajaritas sin compromisos, o uno pa alquilarle un cuarto, o uno pa entretenerse un rato de su aburrida vida, o uno pa pegar la hebra y rajar un rato.

Lo cierto es que las paradas y los buses dan para una peli de tres horas con secuelas.

Besitos, besitos

NoSurrender dijo...

Más que por el nombre o el aspecto físico, yo pensaría que tanto él como ella no son de por aquí: hay que ser extranjero para preferiri el autobus al metro estando en Gran Vía.

Y para comer por allí, mejor andar Montera abajo y cruzar Sol hasta Santa Ana.

Salud!

Makiavelo dijo...

Isabel, la mujer de la parada nos dejó a todos con la miel en los labios.
Como bien dices las paradas dan para varios guiones.

Besos.

NoSurrender, el autobus puede sugerir que el hombre es de edad avanzada y evita los sobresaltos del metro. Pero si, es verdad tienen pinta de guiris los dos.

Saludos.