viernes, 3 de julio de 2009

ESTUDIO DE MERCADO

A su regreso, nadie le preguntó por el examen, por el resultado. Estaban tan habituados a sus desapariciones y llegadas que ni siquiera el tiempo que estuvo ausente lo notaron. Por esa razón, transcurridos varios días decidió hablarle de la visita a su pareja, que le confesó que no le extrañaba, aquél era uno más sin trascendencia. En verdad tampoco fue tan excepcional la aventura –le confesó. Se fue temprano, preguntó a la de la ventanilla, y le dijo que esperara, que ya lo convocaría la otra. Sin embargo, la mujer, al principio, descartó que tuviera cita para ese día y a esa hora, comprobó en el libro y confesó finalmente que se había confundido de página, que la disculpara, que por favor se sentara y esperase.

Lo llamará –añadió.

Llegó a las doce y cuarto, con tiempo de sobra para familiarizarse y ver la cara de la que le tenían asignado. Se sentó y sacó un libro, comenzó su lectura y a las doce cuarenta y cinco ella salió del despacho escoltando al visitante anterior. Dejó la puerta abierta y se marchó a charlar con la de la ventanilla. Cuando regresó llamó a una mujer que no se había presentado, pasó un buen rato, y apareció de nuevo en la puerta invocando al paciente imaginario, que para ese aviso ya había guardado el libro. Se levantó armado con su zurrón y la radiografía y se sentó frente a la mantis religiosa que lo iba a escrutar. Alta y delgada, devoró con avidez los informes del galeno anterior. Se tomó su tiempo, ella no llevaba preparada su lección, supuestamente tan familiarizada estaba con todo tipo de patologías, que al nuevo lo había infravalorado. Tan escasa andaba de tiempo que los informes clínicos no los estudiaba con antelación, lo hacía sobre la marcha, delante del paciente, y aventurando su diagnóstico como la hechicera que consulta la bola de cristal. El paciente, que sí la había estudiado a ella anticipándose, ya tenía trazado el perfil sicológico de la que le iba a atender, y había comenzado por observar la extrema delgadez de ésta, el andar nervioso, la forma de leer, la desvergüenza al concluir en síntomas paradójicos, y el disculparse varias veces durante la entrevista. Nuestro amigo concluyó que tenía poco tiempo para ella misma, para mirarse al espejo, para saber que era mujer, y que entre paciente y paciente tal vez le sentase bien un buen bocadillo de mortadela. Ella, sin embargo, cayó en el tópico: que él estaba bajo la influencia de una madre posesiva y que buscara una nueva salida profesional. Se volvió a justificar, y le dijo: “Excúseme pero sólo dispongo de veinte minutos por paciente y a usted ya le he dedicado una hora, le emplazo al mes de Octubre, entonces le dedicaré el tiempo que le corresponde. Y continuó: Hay otro paciente esperando fuera. Él, se levantó, le asignaron un nuevo día para el mes de Octubre y se marchó. Durante el retorno tuvo tiempo de saborear un helado de vainilla y dar por ganada la partida.

14 comentarios:

Carlos Paredes Leví dijo...

A mí, las esperas me matan y, ni siquiera, lo mejora que después me tome un helado de vainilla. Por cierto, te recomiendo el de dulce de leche, con barquillos y un generoso chorro líquido de dulce de leche de esos de La Lechera, que son tan idóneos para este tipo de operaciones.

Un saludo.

Juan Pablo dijo...

jaaa me mató el sanguchito de mortadela.
A mi también me revientan las esperas, y los médicos pareciera que lo hacen a propósito.

Mi helado preferido es el de Crema Americana.

Re boludo.


Chau Maki, abrazo.

atikus dijo...

20 minutos por paciente, jajaja!! se nota que no está en la seguridad social, en 5 minutos estaría edespachado!!


saludos

Fogel dijo...

Amigo Makiavelo, el trabajo de ser "Un paciente" es arduo y dedicado, lleva años de estudio y perfeccionamiento y no todo el mundo reune las condiciones necesarias para serlo, por esto es que los doctores deben examinar meticulosamente a sus pacientes para reconocer a los buenos y descartar a aquellos que no lo son.

Me gustó el texto. Un abrazo

Makiavelo dijo...

Carlos, las citas con los médicos rememoran en ocasiones la sala de espera de las peluquerías, falta la mesita con las revistas del corazón.
Acepto tu recomendación, le diré que me lo sirvan sin azúcar, están de moda.

Saludos.


Pradero, creo que algunos médicos se toman su tiempo. Con tanta neura terminan perdiendo el coco.
Ese helado también me lo apunto.

Saludos.



Atikus, algún@s se toman el tiempo muy en serio, cronometran la sesión a golpe de talonario.
En la seguridad social parecen más prácticos. Es como una carrera, gana más puntos el que despacha más enfermos en menos tiempo.

Saludos.



Fogel, tienes toda la razón ser paciente es como estudiar una carrera, aunque el título no te sirve para nada, sí para recibir una paga.

Requiere entrenamiento.

Saludos.

Carlos Paredes Leví dijo...

No me salgas flojo....pídetelo con todo. POr cierto, ayer me llegó la noticia de que una heladería de Málaga sirve helados de tortilla, boquerones en vinagre, etc. Como para espantarse después con la cocina inglesa ¡

Carlos Paredes Leví dijo...

Pradero:
El de Crema Americana es de señoritas..

Makiavelo dijo...

Carlos, tenía noticias de esas novedades, si me apuras de gazpacho también.

El de crema americana creo que es el favorito de Obama.

Saludos.

Isabel chiara dijo...

Este pobre debe tener un cacao mental extraordinario teniendo que lidiar con esas fieras de la psicología. Seguro que si le entorna los ojos un poco a la doctora, ella termina cediendo del ataque de ansiedad y se derrumba cual breva madura.

Yo, mejor, dirimo los asuntos mentales con buena música, buen vino y el té de las cinco.

Un abrazo

Makiavelo dijo...

Isabel, la mente de ese pobre la imagino como una maraña de ganchillo, cientos de hilos y nudos desorganizados anhelando unas manos expertas.
La otra ya tiene bastante con morderse las uñas.

Besos.

Vill Gates dijo...

Todos vamos a visitar médicos buscando algo más de humanidad que a veces no se encuentra, y así salimos más enfermos de lo que entramos, es seguro.
Saludos.

Martin Bolivar dijo...

Odio esperar, no sólo al médico, también la peluquero, al dentista o cuando voy de compras. Coincido con Carlos Paredes Levi.

NoSurrender dijo...

¿Y qué le recetó el paciente a su doctora? Pobre mujer...

Makiavelo dijo...

Vill, Los nuevos médicos ejercen de curas, nos despachamos a gusto con ellos esperando el remedio milagroso.

Saludos.




Martín, las esperas se hacen eternas. Deberían amenizar las salas con canapes y refrescos.

Saludos.




NoSurrender,creo que al paciente le faltó valor para darle su receta.
Esta clase de doctores desarrollan un tipo de barrera similar al caparazón de la tortuga, de lo contrario pobre de ellos.

Saludos.