No sé si reírme o llorar, algunos domingos oigo que retorna temprano. Si percibe la puerta abierta de mi apartamento me llama, espera a que la invite y luego entra. Una vez más me pregunta por el escalón y, una vez más le relato que tengo la carta escrita y enviada, que sólo espero a que se pronuncien para restaurar el destrozo.
No necesita excusarse por no haber dormido en su piso. Me da igual donde pernocte y si lo hace con una iguana o un tigre de Bengala. Tampoco me importa el atuendo, ni los modos. Me importa que los gatos con tanta salida y entrada no escapen.
Que la gata siga escalando mis hombros y ronronee ante la atenta mirada del macho.
6 comentarios:
Quizás es que las excusas las ponen los encerradores, no los gatos libres. Salud!
Yo creo que si le importa, aunque el ronroneo mitigue el sentimiento.
Besos
Los gatos son celosos, de eso no hay duda. La diferencia es que a un gato le perteneces a un amante, no...
NoSurrender, creo que el problema está en vivir como en un monasterio. Rodeado de reglas.
Saludos.
Marina, para él lo más importante es la constante presencia de los gatos.
Besos.
Maya, tienes toda la razón. Gatos pocos.
Saludos.
Ya se sabe, que los gatos tienen casa, no dueño.
Un saludo, Maestro
Guido, ellos terminan por adueñarse de nosotros.
Saludos.
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