De vocación funcionaria, una suerte de
esclava acomodada que tuvo que pedir prestado para comprarse el
abrigo de visón, que le iba la vida en ello.
La jefa, a la que no caía bien por
ostentosa, la puso a prueba y le pidió que redactara un informe de
su gestión comercial. Al cabo del año, cansada de esperar, la jefa
la convocó a su despacho, la miró de abajo arriba y reclamó
nuevamente el informe. La esclava, al verse sorprendida con la
reclamación, optó por excusarse, pedir disculpas, y encogerse de
hombros. Adujo que su apretada agenda la había mantenido en vilo
todo ese tiempo, y el hecho de tener que viajar constantemente y
preparar esas agendas habían provocado el olvido.
Sin excusas guapa, – le dijo la jefa
y añadió sorprendida por su atuendo: ¿dónde te has comprado ese
conjunto? … Viendo que la respuesta se hacía de rogar, alargó el
brazo y le entregó un sobre. No, no es una paga. Es tu despido.