miércoles, 14 de septiembre de 2011

DOLOR

Apenas habían transcurrido dos días. Regresó desconcertado de su precipitado viaje, sorprendido más bien.

Encontró el piso abierto, lo achacó a Manfredi. Su cuarto, sin embargo, permanecía intacto. El desbarajuste de la cocina le produjo cierto desconcierto pero, al no echar en falta ningún objeto se recostó en el diván.

¿Llamar a quién? ¿A la policia? -se preguntó. Se descalzó y, tumbado, le sobrevino el dolor, un fuerte y agudo dolor; dolor de huesos, de hombros, de caderas mal niveladas, de corazón. Todo su cuerpo se había vuelto puro dolor. Dolor en sumo. Dolor, dolor, dolor..., como si lo invocara complacido, dolor hasta quedar dormido como un bebé. Toda la tarde y la noche de ese día las pasó durmiendo.