lunes, 28 de febrero de 2011

NOSTALGIA


Hace tiempo de ello, no pongo en pie si fue realidad o ficción. Si mis pensamientos vieron la luz o todo quedó atrapado en mi mente y entre estas raíces. Ya no soy un niño o debería haber dejado de serlo, porque hace muchos años que me enterró aquí en su patio. La verdad es que el perro ya no ladra, no oigo que sus uñas se claven en la tierra buscándome, ni tampoco veo a los otros, ni los oigo. Hace tiempo que la escavadora levantó parte de la tierra; que construyeron el bloque con los apartamentos, que hicieron la piscina y sobre cuyo húmedo hormigón me apoyo ahora.
Más solo que la una aguardo a que la lluvia empape la tierra y, que con un poco de suerte las raíces del olmo que me ocultan me escupan a la superficie. Sólo para hacer justicia. No me llegan risas, ni llantos.
Me pregunto si todos se habrán mudado o simple y llanamente se habrán ido a disfrutar de la verbena del barrio.

domingo, 13 de febrero de 2011

I DON´T FLY ANYMORE TO ATLANTA

No vuelo más a Atlanta.

Demasiadas colas en la terminal para un algo tan efímero,

para recoger del suelo una fruta sin madurar,

una sonrisa fugaz acompañada de lágrimas.


No vuelo más a Atlanta.

Mi traje de alpaca me da un aspecto honorable:

un envoltorio digno que esconde un cuerpo rechoncho,

una perilla de quince días enmarca mi sonrisa.


No vuelo más a Atlanta.

Un taxi previamente contratado me espera en la terminal.

Conoce mis gustos y apetencias, me ayuda a rular por la ciudad.

En las esquinas, algunas ofertas. Nada de caviar.

Algunas de Virgína, también hay niños de Oregón.


No vuelo más a Atlanta.

No tienen precio, algunos de saldo. Llevan tiempo en la calle,

ejercen como viejos, saben de mis apetencias.

Mi competencia no elige, no tienen escrúpulos ni compasión,

practican sexo sin remisión.


No vuelo más a Atlanta.

Fotos de inocentes decoran árboles como el de Navidad.

La policía pasea, hace preguntas. Nadie responde.

Un fin de semana en Atlanta,

un hotelucho de mierda en las afueras de la ciudad,

una pera mal apurada en el contenedor.


No vuelo más a Atlanta.

El taxi me devuelve a la terminal.

Ojeo una revista mientras vuelo,

mi mujer y mis hijas me esperan.

Karen, la mayor, quiere ser enfermera

espera que le regale una muñeca rota para recomponer.


No vuelo más a Atlanta.

Tengo el estómago lleno.

Me enfrento al espejo, me rasuro la barba,

soy un ciudadano honorable.

No más carne.

No más congelador.

No más contenedor.

No más viajes.

Me vuelvo paciente.

Mi hija se hace mujer.

Mi cómplice: El despertador.

Mi mujer duerme.

Deambulo por casa. El placer me pierde.

Busco y encuentro.

No vuelo más a Atlanta.

No vuelo más a Atlanta.

No vuelo más a Atlanta.