sábado, 29 de mayo de 2010

COCAINÓMANO

Como por vicio, se retira a eso de la once de la noche. Hora en la que suele coincidir con alguno de los vecinos. De tarde en tarde sucede con el hijo de la pastelera, el cocainómano. Cerca de cuarenta años conviviendo en el mismo inmueble, tres pisos los separan. Ambos cohabitan con sus respectivas madres, algo raro en estos tiempos de independencia; mientras el del cuarto trabaja todo el día y encuentra estímulo en el reto diario, el del séptimo enfoca su bienestar a la calidad del género que lo embarga por vía intravenosa. Son educados entre sí en el trato, cordiales en los saludos, comparten unos segundos en el bajo del inmueble sin mirarse, conscientes de sus propias miserias el tiempo que el ascensor de cada uno tarda en aparecer. Se despiden con un buenas noche solidario, y mientras los ascensores ascienden, el del cuarto piensa y cavila acerca de la circunstancias del otro, su allegado. También especula sobre su rutina, sobre la realidad de ambos y sobre la otra dependencia que los asemeja, la materna, y lo simbiótico de ambas convivencias, de esas madres ancianas que acunan a sus hijos cuarentones y se muerden la lengua en silencio a cambio de compañía. Ellas apartan la vista y sus conciencias a sabiendas de que son apuñaladas día a día.

martes, 18 de mayo de 2010

BALTASAR GARZÓN -