sábado, 18 de abril de 2009

VUELA

Arremanga la manga. Súbetela por encima del codo. Estira de la goma y aprieta con fuerza. Un par de chorlitos sobre la vena y aguarda a que se hinche un poco. Con la aguja templada empuja, deja que el rojo se meta en el émbolo, que se contagie el blanco, empuja con fuerza. Apura hasta la última gota; por supuesto deshazte del instrumental, recuerda que es de un solo uso. Cuando te venga cierra los ojos antes de que se desorbiten. Una vuelta de trescientos sesenta grados y comienza a girar. Sube el volumen. Que se queje la vecina; que te echen del bloque; que el sonido te envuelva. No te olvides de dejar la puerta cerrada y la llave puesta por dentro. Impide que te corten el rollo. Brinca, vota sobre el colchón y cuando te sientas pájaro y en las alas luzcas plumas salta por la ventana y vuela, que allí estarán esperándote los otros vainas, los que primero alucinaron y que permanecen perdidos, sólo vivos en el recuerdo de los nostálgicos. Las flores marchitaron, en su lugar afloran cabezas rapadas con pinchos en lugar de pelos. Que no te confundas, has perdido el tren para Gun Hill y la locomotora no va con diesel. Si descarrilas levanta la mano y que el pulgar cumpla su función. Y la otra, que patine en el convento, que yerbas no le faltarán. El de más allá, el de la pajarita, que sigua con sus recados, con su labor de correveidile, que para eso fue acuñado.

¡A viajar!

sábado, 4 de abril de 2009

CORPORACIÓN MILWAUKEE

Un día lluvioso, en el que Matías comenzaba la jornada enfrentado al ordenador, sonó insistente el teléfono en el despacho de Mabel. Se levantó diligente y se acercó, tomó el manófono, pegó el auricular a la oreja y con un “diga” a secas atendió la llamada. Una voz femenina le anunció que era invitado por la corporación para ser miembro del jurado.

-¿yoooo…? ¿de qué jurado me habla? – preguntó desconcertado.

-Soy la secretaria de dirección de la Corporación Milwaukee “Asesinos en Serie”, y los asociados han decidido elegirle a usted para que presida el jurado, que ha de seleccionar el mejor relato que ilustre los problemas de inmigración y de abastecimiento de carne del día en nuestros hogares.

Perplejo, aceptó. Por su presencia sería remunerado con mil euros, y aquello no le supondría más de una hora de su apretada agenda. A los pocos días recibió por mail la invitación oficial, que al haber sido aceptada previamente por teléfono le comprometía a guardar las más estrictas normas de confidencialidad.

Llegó el día señalado. Tomó el autobús, dio un rodeo como precaución y se presentó puntual a la cita en el vetusto edificio de la Corporación. Se adentró por un largo y oscuro pasillo hasta desembocar en un patio interior mal iluminado donde coincidió con un extraño al que saludó con una bajada de cabeza y, juntos, siguieron las flechas que conducían por aquel laberíntico inmueble. Aun tuvieron que salvar un par de escalones hasta penetrar en lo que a todas luces parecía un laboratorio fotográfico. Acomodados en un par de taburetes aguardaron pacientes la presencia de otros miembros del jurado. A los pocos minutos, un energúmeno alto y flaco penetró en la estancia y se acomodó junto a ellos, lucía un extraño uniforme que atrapó la atención de Matías. Todos, en silencio, aguardaban pacientes. De pronto, un precipitado taconeo anunció a la que nada más penetrar en el cuarto se identificó como la secretaria de la Corporación. A continuación aplastó sus morros contra las mejillas de los presentes haciendo alarde de unos sonoros “muacs” que a todos sonrojó. Acercó a los convocados folios con las bases del concurso y diploma acreditativo de su asistencia. Después sacó de su bolso un cd y lo introdujo en el lector al que estaban enfrentados. La extraña anunció que sólo se había presentado un concursante y que aquella era la muestra de su trabajo. Matías consultó las bases y aquello le pareció una tomadura de pelo, no se atrevió a protestar para salvaguardar su presencia, ya que la complicidad entre los presentes era notoria. Únicamente les interesaba su asistencia por revestir de cierta notoriedad el certamen. La secretaria apretó el interruptor y la película del único concursante rodó durante unos escasos ochos minutos.

Ocho minutos en los que una cámara da cuenta de las tropelías de un enmascarado por los extrarradios de la ciudad.

Transcurrido el tiempo, nuestro hombre, fue asediado con preguntas de los otros, acerca de la calidad del film. Dijo que no le parecía mal.

-¿Maaaall? nada más que eso dice –preguntó enojado el hombre uniformado.

-No se moleste amigo, quiero decir que no se ajusta en lo debido a las bases.

La mujer, para evitar que la atmósfera subiera de temperatura, apoyó sus manos sobre las piernas de ambos, y les dijo: ¿qué les parece si firmamos la paz y sellamos el acto con un sonoro beso? Nuestro asesino asintió y añadió ¿con lengua?.

Con lengua -dijo ella sonriendo. Matías se incorporó y tomó a la mujer entre sus brazos bajo la atenta mirada de los demás. Sus bocas se abrieron de par en par y sus lenguas se enroscaron como dos culebras hambrientas. La lengua de Matías jaló con fuerza la contraria hacia su boca y, una vez allí la cercenó con una certera dentellada. Se la tragó sin masticar. Se relamió.

Que ustedes tengan una buena noche –les dijo. Se marchó, cenado, con viento fresco.