¡No! No es una liebre ni una una gacela, es la verdadera, la auténtica Kristina que corre frenética con la lengua fuera: cinta de marca en el pelo, camiseta bien sudada, calzonas despintadas, medias que entuban sus piernas y deportivas de imitación del chino de la esquina. Va a llegar la primera con la lengua seca, acordándose de quién la parió, la fabricó y la echó al ruedo para que se las valiera sola.
Ahora , por convergencia evolutiva, ella es la ñandú americana, más veloz, la mígala petisa, y no le gusta cuando la comparan con la avestruz africana, su prima bella. Sin recuerdos molestos se adentra en los campos despejados donde sólo hay hierba y algún arbusto en el camino que ella pisa con la autoridad de sus desarrolladas patas. En esta loca carrera por el trono no le gusta internarse en la espesura de las selvas, donde la acechan los enemigos de la oposición a los que ningunea como pavos de subespecies inferiores; aunque jadeando y con la lengua fuera, se plantea hacerlo por los caminos que oculta la vegetación para llegar la primera a la meta.
El virolo salta, salta contento al ver la destreza de su ñandú de boquita siliconada que arriesga y bate con fuerzas sus alas aunque no vuela, le pesa el lastre de engaños y promesas incumplidas. Kris en su desenfreno agacha la cabecita y encuentra consuelo en el escapulario que lleva al cuello, divina Santa Juana de Arco, fuerzas para levantar su elegante pescuezo y dirigirse a los suyos: recen siete veces el padrenuestro con el avemaría y el gloriapatri.
¡Aupa campeona! –la anima el pingüino desde la retaguardia- aupa, aupa, no acabes con los corruptos, promételes que si ganas la carrera les darás el indulto, ellos ahora te ayudaran a ser la primera.